El Estado entendido como una
organización política constituida por un conjunto de instituciones burocráticas
estables, a través de las cuales ejerce el monopolio del uso de la fuerza
aplicada a una población dentro de unos límites territoriales establecidos.
Nunca fue como ahora lo conocemos. Los estados modernos tal y como los
concebimos hoy día tienen su origen en el siglo XIX, con las revoluciones
liberales que propugnaban el abandono del antiguo régimen para dar lugar a
sistemas más o menos democráticos, inspirados en pensadores como Rousseau,
Locke o Montesquieu.
Estos incipientes estados modernos
pronto se encontraron con una disyuntiva, el límite del mismo. En un primer
momento su función sería la de proporcionar seguridad tanto a nivel interno
como externo además de ser el cuerpo regulador de las leyes y el encargado de
hacerlas cumplir. Pero pronto fue ganando más y más competencias a lo largo del
siglo XIX, educación, seguro de desempleo, jubilación… En un principio puede parecer hasta insensato
el estar en contra de tan importantes “derechos ganados”, el problema es que
dichos derechos tienen precio que lo acaba pagando con impuestos y gravámenes la
población reduciendo cada vez más su capacidad de elegir. Por tanto dichos
derechos no son más que ataduras que esclavizan más y más a los ciudadanos
haciendo que solo unos pocos, las clases más adineradas las únicas con margen
para elegir determinados servicios.
Esta afirmación puede sonar
contraproducente pues quienes propugnan un estado más grande son los que se
autoproclaman defensores de los desfavorecidos, pero ¿quién se puede permitir
tener un plan de pensiones privado, un seguro de salud privado y en general
salirse de los servicios prestados por el Estado? Efectivamente las clases
pudientes. A lo que los “defensores de los pobres” responderían que menos mal
que el estado puede cubrir esas necesidades que sino los desfavorecidos no
tendrían ni eso. Esa aserción no solo es falsa sino que es tremendamente
peligrosa, si el estado rebaja sus prestaciones aumenta el poder adquisitivo de
la población haciendo innecesaria esos servicios, porque además, por definición
el sector privado es más eficiente pues al estar regido por criterios de
mercado esta forzado a mejorar y a ofrecer productos y servicios de mayor
calidad a menor precio. Aunque por supuesto que no niego que el estado tenga
cierta competencia a la hora de garantizar un mínimo a determinados sectores de
la población de forma temporal.
Otros también claman que gracias a
este estado del bienestar hemos logrado este tremendo desarrollo social y
económico en el último siglo y medio. Esto no se trata más que de otra falacia
pues este desarrollo no fue aparejado al estado sino a pesar del estado.
Desde que el estado moderno surgió no ha hecho más que crecer y crecer a
costa de recortarnos libertad, es deber del ciudadano el hacerlo retroceder.
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